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Caleranos en Nueva York: La Épica Travesía de 1938

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La ciudad de La Calera y su rica historia continúan asombrando, no solo por sus singulares personajes, sino también por relatos que parecen extraídos de la ficción. Una de estas narraciones extraordinarias es la odisea emprendida en 1938 por tres intrépidos amigos caleranos: Juan Manuel Hidalgo, Luis Alfredo Pizarro y Gregorio Vásquez Núñez, quienes se embarcaron en un viaje sin precedentes desde La Calera hasta Nueva York.

Un Viaje Audaz en un Ford V-8

Lo que hace esta historia aún más fascinante es que el trayecto se realizó en automóvil, un Ford V-8 especialmente acondicionado para la aventura. En una época donde las condiciones de las carreteras y la tecnología automotriz eran muy diferentes a las actuales, la travesía de 19.300 kilómetros a través de todo el continente americano representó una verdadera proeza.

En 1938, Juan Manuel Hidalgo Migueles, un joven de 29 años y visionario, concibió la idea de viajar a Nueva York para asistir a la Feria Mundial que se celebraría al año siguiente. Convenció a sus amigos de infancia, Luis Alfredo Pizarro y Gregorio Vásquez Núñez, ambos mecánicos, para que lo acompañaran. La noticia de su osado plan rápidamente se extendió, generando gran expectación en La Calera y en el resto del país. El diario La Hora incluso se convirtió en el medio oficial que seguiría de cerca esta hazaña.

La Despedida y el Inicio de la Aventura

El 4 de diciembre de 1938, tras recibir la bendición del obispo de Valparaíso y varias cenas de despedida ofrecidas por los bomberos de La Calera y el naciente gremio de automovilistas, los aventureros iniciaron su viaje. Acompañados hasta El Melón por varios vehículos y el emotivo sonido de la sirena de la Segunda Compañía de Bomberos de La Calera, entonaron el himno nacional antes de continuar su camino. Llevaban consigo incluso a un perro llamado “Quién”.

Juan Hidalgo, cuyo padre era un comerciante de autos Ford en La Calera, mantuvo una bitácora detallada de su viaje de ida y vuelta. Estas anotaciones, un verdadero tesoro histórico, fueron conservadas por su hijo Gonzalo y luego entregadas a su nieta Carolina, quien posteriormente las publicó en un libro titulado “Por los Caminos de la Confraternidad”.

Recorriendo el Continente Americano

Lo que siguió fueron ocho meses de un intenso recorrido que los llevó a través de Chile, Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela, El Salvador, Guatemala, Panamá, Costa Rica y México. Enfrentaron caminos extremadamente complejos, cruzando selvas y ríos, e incluso construyendo senderos donde no existían, siempre con la invaluable ayuda de los habitantes locales. En cada lugar, eran recibidos con asombro y admiración, siendo visitas obligadas los consulados y embajadas de Chile.

La bitácora de Juan Hidalgo, redactada con una prosa evocadora, detalla cada paisaje y encuentro, transformándolo en el cronista de esta mágica aventura. Durante su paso por Ciudad de México, lamentablemente, “Quién” se perdió, causando gran tristeza a los viajeros. Luego, consiguieron una tortuga como nueva mascota, que, para su desilusión, también desapareció al día siguiente.

Héroes en Nueva York y el Impacto de la Guerra

El 26 de agosto de 1939, a las 15:00 horas, el Ford V-8 y sus tres ocupantes llegaron a la Feria Mundial de Nueva York. Allí fueron recibidos por el Pabellón de Chile y la compañía Ford, donde su presencia generó gran expectación. Fueron fotografiados, agasajados por Fiorello LaGuardia, el alcalde de Nueva York, a quien entregaron una carta de la Municipalidad de La Calera, y compartieron sus experiencias en radios locales. Eran, sin duda, héroes.

Ford incluso ofreció mil dólares por el famoso automóvil para exhibirlo en la Feria y les prometió un auto nuevo para su regreso. Sin embargo, pocos días después, el estallido de la Segunda Guerra Mundial en Europa desvió toda la atención mundial, opacando la proeza de Hidalgo y sus amigos. Juan Hidalgo lo expresó con desazón en su bitácora: “Se declara la guerra en Europa y los diarios no nos llevan de apunte. ¡Fracaso! Si este viaje lo hubiese hecho un gringo entonces sí que cambiaría el asunto”.

La Dureza de la Realidad Neoyorquina

Con el paso de los días, los tres amigos caleranos cayeron en el olvido, sin dinero ni automóvil, sobreviviendo gracias a la solidaridad de otros chilenos en Nueva York. Las duras condiciones climáticas y la realidad social de la ciudad impactaron profundamente a Hidalgo. “Aquí la Confraternidad Panamericana es cuento. Los yankees desprecian a los latinos. Ayer vi uno que cayó muerto en la calle. Nadie se detuvo a mirarlo. El frío hace sus efectos. Yo no tengo abrigo y lo estoy sintiendo”, escribió, y agregó que “los barrios pobres son muchos. Es una gran ciudad, pero hay también mucha pobreza. Conocimos Harlem y Chinatown. Ninguno es como lo pintan en las películas y novelas. Eso es para los turistas”.

El Regreso a Chile: Una Vuelta Inesperada

La situación económica y anímica no mejoraba. “Estamos como las tristes. Comemos un plato diario, sí bastante café”, anotó Hidalgo. En octubre, consiguieron ser repatriados y regresaron a Chile en el barco “Copiapó”. El 3 de noviembre de 1939, desde el muelle Columbia de Nueva York, Hidalgo, Pizarro y Vásquez embarcaron rumbo a su país.

En condición de repatriados, debieron trabajar durante el viaje:
* 🍽️ Juan Hidalgo lavó platos en la cocina.
* 👨‍🍳 Pizarro trabajó como mozo en el comedor de oficiales.
* 🔌 Vásquez se desempeñó como ayudante de electricista.

Después de 19 días de travesía, los tres aventureros llegaron al puerto de Valparaíso. Juan Hidalgo describió el emotivo momento: “El barco debía llegar en la mañana, pero vamos muy despacio y solo llegaremos a las 5. Miramos la costa y reconocemos los lugares. Papudo, Zapallar, Maitencillo, Concón. A lo lejos vemos los cerros de Valparaíso con sus blancas casitas dándonos la bienvenida”. Días antes, ya había tenido la oportunidad de pisar tierra chilena por unas horas en Antofagasta.

Así concluyó la fantástica historia de estos tres caleranos. Juan Hidalgo, quien pocos años después se casaría y radicaría en Santiago hasta su muerte en 1983, dejó un legado que su familia, especialmente su hijo Gonzalo y su nieta Carolina, anhelan que sea conocido por las nuevas generaciones de caleranos. Gonzalo Hidalgo, radicado en Arica, comenta: “Sería bonito que los niños en los colegios aprendieran de la historia de su ciudad. Creo que sería bueno un reconocimiento oficial de la Municipalidad para los tres viajeros”.

Hace dos años, Carolina Hidalgo, la nieta del aventurero, realizó un viaje en automóvil desde Arica, donde reside, rememorando la gesta de su abuelo y sus amigos al recorrer las calles donde creció y vivió. Es un testimonio viviente de una aventura que, más allá de la distancia recorrida, resalta la amistad, la perseverancia y el espíritu indomable de tres caleranos que desafiaron lo imposible.

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